Para mentes inquietas y oídos con ganas de comerse el mundo. Lonely Planet Magazine

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Durante los dos últimos años, basándose en lecturas de los últimos veinte, Santiago Auserón ha tratado de desvelar por qué su generación sintió un poderoso hechizo ante las músicas de los negros norteamericanos llegadas a tierras ibéricas a través de los medios de comunicación: “nuestra infancia, desde mediados de los cincuenta hasta mediados de los sesenta estuvo marcada por la euforia de la electrónica y el impacto doméstico de las primeras máquinas audiovisuales…”.

“En este libro” avanza en las primeras páginas “nos ocuparemos sobre todo de recobrar la memoria sonora por medio de las canciones”, afirma Auserón que sin vocación de folclorista aquí “sólo me interesa averiguar qué elementos son compatibles con el ritmo aprendido de los negros”.

En los primeros capítulos de este libro que el autor define como una alterbiografía apunta que “el cine, la radio, el tocadiscos y la televisión trajeron la magia del sonido extranjero” y “Dylan era para mi el contacto con la negritud americana y sus consecuencias”. Desde su juventud -el que fuera líder de Radio Futura- albergaba un enigma y asombro por las músicas llegadas del nuevo mundo, unas inquietudes que cobraron mayor vigencia en el tránsito hacia Juan Perro. Uno de los momentos fundamentales en su trayectoria fue la visita a Cuba en los años ochenta, “el contacto con los soneros y rumberos me proporcionó una perspectiva más amplia y generosa de mi oficio”. En la isla caribeña Auserón presenció momentos únicos, asistió “al primer diálogo fértil, duradero, entre el tres cubano y la guitarra eléctrica” y trajo de aquel viaje una compilación de soneros fundamental, “Semilla del Son”.

Después de dar detalle de su desarrollo personal, intelectual y artístico –con diversas residencias en España, su paso por la universidad para licenciarse en Filosofía y su estancia en París- desarrolla una serie de capítulos en los que aborda cómo “los esclavos negros no llegaron a Cuba directamente desde África, sino pasaron primero por Lisboa y por Sevilla. Sus toques debieron de encontrar eco entre las clases bajas populares mucho antes de que la contradanza burguesa hiciese su primer viaje antillano”. Así nos descubre el majurí, un género expresivo con origen en Persia en el siglo IX, propio de tabernas y casas de prostitución.

El género aparece en España en el siglo XIII, sigue en el XVI, llega XIX y se popularizó finalmente en América: “De Persia a Nueva Orleans, pasando por Al-Andalus y Cuba”. Uno de los aspectos que analiza Santiago Auserón (Zaragoza, 1954) con detalle es la “presencia de la negritud sería constante en la literatura española del siglo de Oro hasta el siglo XVIII”.

“Durante más de un milenio las tradiciones rítmicas peninsulares se formaron en contacto con la música del continente africano, primero a través de árabes y bereberes, luego por convivencia con los esclavos negros y finalmente por los intercambios de ida y vuelta con las colonias donde había población adolescente numerosa.

La huella de esas relaciones se ha conservado hasta nuestros días de manera más o menos explícita o latente». Pero “¿cómo es posible que en la sociedad española actual apenas quede rastro de la negritud?”. Con detalle y de forma amena Santiago Auserón ha dado respuesta a un enigma cultural al que no se había prestado suficiente atención.

SANTIAGO AUSERÓN El ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española (Ediciones Península, 2012) www.edicionespeninsula.com

 

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