Las cantigas, la música tradicional y los mitos de Galicia revisados según los códigos de la música para las pistas baile, la electrónica y la producción de hoy, esta es la propuesta de Alejandro Guillán. Transmutado en Baiuca el productor gallego para su segundo álbum [1], ‘Embruxo’, se decanta por una propuesta que podemos llamar folktrónica donde mezcla las músicas tradicionales gallegas y las mitológicas meigas, la brujería y la Santa Compaña. La aventura musical comenzó en 2018 con ‘Solpor’, un trabajo que se ha terminando convirtiendo en disco de culto en determinados circuitos; al año siguiente, le siguió el EP ’Mixtuas’ (2019), junto con varios singles; nuevamente un disco de corta duración, el EP ‘Paixaxes’ (2020) y el single ‘Adélia’ en este caso con el grupo portugués Haema. Pero su hoja de servicios no se detiene ahí, suma remixes y colaboraciones con artistas como Nicola Cruz, Chancha vía circuito o Balkan Taksim. En este caso, diez temas, en total entrega algo más de 30 minutos, que a diferencia de su primer álbum, no hace uso de los sampleos, las voces son del grupo folclórico Lilaina ─un cuarteto de pandereteiras, todas hermanas, que andan por la veintena─, además de las percusiones de Xosé Lois Romero ─ha formado parte de las bandas de Coetus, Sílvia Pérez Cruz, Mercedes Peón, Kepa Junkera, Leilía,…), las percusiones se han grabado en un estudio en Oza dos Río, en A Coruña, y también hay registaros de Federico Estévez (Chancha vía circuito). Entre las colaboraciones destaca el asturiano Rodrigo Cuevas [2] ─en ‘Veleno’, que tiene videoclip [3]─, otro alquimista que ha dado el paso de la música rural ─acústica, orgánica y pegada a la tierra─ a la electrónica que transita los canales digitales globales. También en el arte del disco, obra de Canoura, hay elementos arcaicos de ayer traídos a nuestros días, como los petroglifos, imágenes en pieza gradas hace más de 7000 años. La rítmica de lo ancestral en una nueva lectura electrónica para las plazas de nuestro siglo.