Las piezas que se incluyen en el álbum de Enrike Solinís quieren ser en términos estéticos “una reflexión honda y primigenia sobre los efectos musicales, reflejo y paradoja del ser humano”. Y para el título Solinís se ha fijando en la bellísima pavana de John Dowland que como recuerda “la pieza es paradigma de cómo la riquísima tradición musical renacentista vertió sus últimos caprichos musicales en el laúd y de cómo autores, como el inglés Dowland, dotaron a su instrumento de un carácter musical propio y una base idiomática”. Porque como señala el músico bilbaíno los instrumentos de cuerda han sido capaces de “transmitir nítidamente el espíritu fugaz de cada época”, ya sea el fragor guerrero o las desdichas de un amante. Pero además, es que el laúd se presenta en múltiples modelos, variantes y afinaciones que han coexistido en el tiempo. Y puestos elegir, él se queda para las obras de Bach un laúd renacentista, “el laúd doméstico por definición en la Europa del Barroco” ─como lo será también el clave, los dos instrumentos por excelencia en el hogar─, y que bien pudo tocar sin ser un máximo instrumentista el genio alemán. Aquí interpreta sonatas de Bach (BWV 1003/964, BWV 997), la Suite nº 18 en sol menor de J. J. Froberger y la Suite en re menor Bux WV 236 de Buxtehude. Una transcripciones que resultan naturales de las obras, que muestran un repertorio luminoso, emocionante y sereno.