Segundo álbum que la Kremerata Baltica y Gidon Kremer dedican a Mieczyslav Weinberg. En la primera aproximación ─se publicó en ECM Recods en 2014 [1]─ a la obra del compositor polaco (Varsovia, 1919-Moscú, 1996) el conjunto ponía de manifiesto el gran nivel compositivo de las obras en cualquiera de sus formatos, ya fuesen óperas, sinfonías, conciertos, cuartetos de cuerda y además de piezas de cámara y páginas para voz. Weinberg tuvo su etapa más creativa en las décadas de los 60 y 70, y tuvo como amigo muy próximo Dmitri Shostakovich ─eran casi vecinos y les unía una excelente amistad y admiración mutua─, pero su proyección no fue la misma para ambos. Tras la experiencia anterior, siguen desgranando, profundizando e interpretando la obra del músico judío, en esta ocasión entregan en un disco doble cuatro sinfonías que fueron escritas en la última década de vida del compositor soviético, y que para Kremer suponen “las reflexiones más personales de un gran compositor sobre su propia vida y su generación, como un diario de los más dramáticos período del siglo 20”. Además de un arreglo para la ocasión el virtuoso violinista y director de orquesta letón y el percusionista de la Kremerata Andrey Pushkarev (timbal) del primer quinteto de piano de 1944 (incluido en el disco dos) en la primera ocasión que se graba. Música con mayúsculas, de profundidad abisal, de un belleza con dimensiones astronómicas, que lleva a afirmar a Gidon Kremer que es lo mejor que han hecho en la historia de la prestigiosa formación.