El sexteto ha elegido los exteriores de las cuevas de Zaén, en Maratalla (Murcia), y los campos de lavanda ─entonces dorados y a la espera de que florezcan─ para los posados de las fotos que ilustran su segundo álbum, tierras áridas por lo que vemos tocadas por el embriagador olor y bellísimo color de la planta aromática en una parte del año y que para que lo sepamos incluyen fotos y dibujos de ramos en el arte del álbum. Túa son Raúl Pastor, Ismael Galiana, Julio Forment, Miguel Aguilar, Pedro Blaya e Irene Cano, y para esta ocasión han contado con invitados como Constantino López (bouzouki) y que además ha hecho la producción de los temas, Óscar Esteban (pandero cuadrado), Sandra Tamayo (acordeón), Juan José Robles (mandolina) y Quike Ruíz (teclados). El conjunto murciano tal y como se definen son “un grupo de música celta folk que interpreta composiciones propias junto con temas tradicionales de Galicia, Irlanda, Escocia y la Bretaña francesa”. Entre las piezas que reinterpretan según sus códigos estéticos, sonoros y experiencias personales están las muñeiras de Pontesampaio y Tormaleo con el que desde los primeros compases del disco se disponen a reubicar sus coordenadas tradicionales mirando desde Galicia a Asturias, toda la franja del norte de la península y terreno de los espacios “célticos”, para seguir a la Bretaña, dar saltos a Irlanda, … y es que en las notas a una de las piezas tradicionales, “Marcha de Breixo”, confiesan que “las personas, los paisajes y la música se nos meten en el corazón. … a veces por separado, y a veces amontonados. Nuestros recuerdos son imágenes y sonidos, a veces por presencias y ausencias” explican. No resulta nada complicado escucharles y verles disfrutar con las melodías, ritmos y bailes, porque igual se empieza una tarde a la hora del té, se continúa con una cerveza y se termina poco antes del desayuno con whisky, como relatan en una de las piezas en las que se han inspirado.